Salud Mental

La flor punitiva. De Morbus Gallicus a una EST

Héctor Pérez-Rincón García

APM Ediciones y Convenciones en Psiquiatría / Palabras y Plumas Editores. México, 2019.

Bruno Estañol Vidal, Guillermo Delgado-García



En el cuento del escritor norteamericano del siglo XIX, Nathaniel Hawthorne, “La hija de Rappaccini”, se encuentra un jardín pleno de flores ponzoñosas que han contaminado a la hija del doctor Rappaccini, quien por su convivencia con ellas se ha convertido, a pesar de su belleza física, en una mujer venenosa. El título “La flor punitiva” es del gran poeta mexicano Ramón López Velarde que designa, metafóricamente, a la lesión primaria que produce la infección sifilítica en el pene o la vulva de las personas infectadas, y que Héctor Pérez-Rincón ha escogido como título de este sorprendente libro.

La sífilis apareció en Europa en forma alarmantemente epidémica, como el COVID-19 en la actualidad, en el siglo XV. Atacó a personajes de todas las clases sociales, incluyendo reyes y papas. La palabra epidemia deriva el griego “epi”, sobre, y “demos”, pueblo: algo que ataca a toda la población. Esta epidemia, es necesario reconocer, duró cinco siglos, hasta el descubrimiento de la penicilina por Sir Alexander Fleming en plena mitad del siglo XX.

Las epidemias y pandemias le recuerdan al Homo sapiens, con durable persistencia, que forma parte de la naturaleza, que no está separado, ni menos por encima, de ella. Desde el siglo de Pericles, existen registros históricos de diversas epidemias que han asolado a todos los pueblos. La mayoría de las epidemias y pandemias se convierten posteriormente en endemias, como la malaria y el VIH/sida, enfermedad para la cual aún no se ha podido encontrar una vacuna. Otros agentes pandémicos mutan con frecuencia y requieren vacunación anual como la influenza. Los pueblos americanos sufrieron, antes y después de la llegada de los europeos, de diversas epidemias, dos de ellas atribuidas al cocoliztli (1545, 1576). La llegada de nuevos virus del continente europeo, como el del sarampión y la viruela, diezmó a la población indígena en forma catastrófica y fue una de las principales causas de la caída de Tenochtitlán.

De La flor punitiva habla Héctor Pérez-Rincón, del embrollo de las palabras con que se fue designando a través del tiempo y que revela, en gran parte, la envidia nacionalista: del Morbus gallicus al mal napolitano. La epidemia se extendió vertiginosamente por toda Europa y en todos los estratos sociales, aunque quizá afecto más gravemente a los más pobres. Afectó también a las Américas, al Medio Oriente, al Asia y al África. Héctor Pérez-Rincón con su prosa lujosa y erudita hace un extraordinario recuento de esta epidemia en tiempos de otra epidemia, la del COVID-19, lo que hace a este libro aún más interesante y vigente. Pérez-Rincón, ensayista y pensador nos muestra como Fracastoro describió, por vez primera, los síntomas dermatológicos, psiquiátricos, neurológicos y cardiovasculares de la sífilis, así como su progresión incesante hasta la muerte.

La punición por La flor punitiva no es una némesis divina, ni siquiera un castigo de la naturaleza, sino un accidente biológico donde un germen trata de sobrevivir parasitando a otro ser vivo, y nos habla de la estrecha relación en la naturaleza entre los diversos seres vivos, de la transmisión a través de los viajes (como en las Cruzadas), el hacinamiento, la pobreza, y también de la ignorancia en el tratamiento de todas las epidemias causadas por nuevos virus o bacterias. Nos recuerda que el descubrimiento de la penicilina ocurrió apenas hace unos ochenta años y que se usaron infinidad de sustancias que probablemente hicieron más mal que bien, como el mercurio. Actualmente otros virus siguen sin tener un tratamiento efectivo y otras bacterias se han hecho resistentes a los antibióticos que antes eran altamente eficaces. Este libro incluye no sólo la historia de la sífilis, y por extensión de gran parte de la historia de la psiquiatría y de la neurología, sino también contiene varios anexos de las enfermedades de transmisión sexual que son muy útiles para los médicos generales y especialistas. La erudición de Pérez-Rincón en el ámbito poético se desborda en la polémica surgida hace algunos años entre distinguidos intelectuales mexicanos sobre la cuestión si el poeta de Jerez de Zacatecas tuvo sífilis y murió a consecuencia de ella a la temprana edad de 32 años:

Su título como se ve en el segundo epígrafe está tomado de un texto de Ramón López Velarde en el que confiesa no sólo un contagio venéreo sino que acepta éste como un necesario estipendio por los placeres de Venus”.

Y después:

A finales de la década de 1980 se especuló sobre la naturaleza de la enfermedad del poeta zacatecano y emitieron su opinión cuatro autores: Ruy Pérez Tamayo, Guillermo Sheridan, Gabriel Zaid y el autor de estas líneas. El primero postuló una infección gonocócica; el tercero aceptó como causa de su muerte la neumonía que aparece en el acta de defunción; en tanto que el segundo y el cuarto postularon la infección objeto de este volumen”.

Creemos que no hay duda de que el poeta de “Hormigas” y de “La suave patria”, admirado tanto por Borges, entre otros, tuvo una infección luética en una época que no existía tratamiento efectivo para ella. Esto se debe a su propia confesión: La flor punitiva. Y en su poema “Hormigas”, en las que aparecen estos insectos como símbolo del deseo sexual, habla ambiguamente de los labios rojos:

Antes de que deserten mis hormigas,
Amada,
Déjalas caminar camino de tu boca
A que apuren los viáticos del
Sanguinario fruto
Que desde sarracenos oasis me provoca.
Antes de que mis labios mueran, para
Mi luto
Dámelos en el crítico umbral del cementerio
Como perfume, y pan y tósigo
Y cauterio.